Barcelona 2005
Óleo sobre tela, 45 x 100 cm
Artículo publicado por el diario ABC.
Moya es un pintor ubicado dentro de la tendencia «hiperrealista», liderada por Antonio López. A pesar de las etiquetas, Moya pugna por encontrar su propio camino
BARCELONA. Estos días el cielo está claro y luminoso. Con la ausencia de bruma, desde cualquier atalaya se puede divisar muy lejos. Ahora es como después de una lluvia, que con el sol, los colores brillan con especial fuerza. La paleta de Andrés Moya parece copiar este nerviosismo policromo de los objetos. Pinta al óleo, pero sus lienzos parecen acuarelas, porque además de la intensidad tonal, diluye la pincelada acentuando algo así como el arraigo y, también el desgaste, de las cosas.
El estilo acuoso de la pincelada no es accidental, sino que responde a la voluntad de acentuar la efemeridad de la materia. Moya no aguarda una mirada pesimista ni catastrofista de la naturaleza, sino que, sencillamente, gira entorno a una conciencia ecológica. Dicho posicionamiento, al igual que en la técnica, se reencuentra en los temas, en los que capta pictóricamente espacios naturales preservados -un trocito de Montjuïc- o entregados por el hombre a su desarrollo espontáneo -escombros de obras-. Pero en la mayoría de lienzos encontramos otras preocupaciones.
La experimentación última de Moya se presenta en la galería Artur Ramon · Art Contemporani. Nacido en Tomelloso, Moya arrastra una doble etiqueta de hiperrealista y de seguidor de Antonio López -las dos vistas de la Vía Layetana son un claro ejemplo-. Pero,ni la etiqueta estilística, ni el maestro le irritan o le entusiasman. En cuanto al estilo, comenta que es una herencia de la pintura española y un reflejo del impacto causado por una ciudad como Madrid o Barcelona, a un manchego como López o él mismo. Pero en su mente corretean los nombres de un Canaletto y un Guardi. Estos si que animan jugosos comentarios acerca de las armoniosas imágenes, con su concepto monumental y su atención a la vida de la Venecia del siglo XVIII.
Experimentar con el paisaje
Los lienzos expuestos avanzan por un terreno novedoso en su trayectoria ya que abandona el tema de las naturalezas muertas preparadas, para buscar esta misma «escenografía pictórica» en la realidad exterior, cotidiana y casual. El escenario omnipresente es la Barcelona contemporánea, en plena transformación urbanística, especialmente la zona del Fórum y del puerto. Un interés que ya habíamos visto en otros pintores, como los Santilari. Pero Moya convierte el paisaje, no en una mirada clasicista, como en un David, sino más naturalista, en el sentido de «dramática», de «horror vacui». Incluso más humanizada, porque además del efecto del estilo acuoso, en lugar de tomar perspectivas desde terrazas o azoteas, se sitúa a pie de calle.
Moya a veces juega con unas composiciones orquestradas en torno a un objeto de referencia -un depósito de cemento- que tiene un tiempo ajeno a la pintura -el depósito se utiliza, se desmonta, aguarda- y sirve de centro para retratar el litoral barcelonés. Moya experimenta con el paisaje. Un elocuente ejemplo de la inventiva de la pintura y del diálogo sobre las ciudad.